Días raros
Sucedió en aquella época discordante, una época en la que el astuto estudiaba farmacia y no ADE. Y, por supuesto, en una época en que todos enfermábamos. Vivíamos en una sociedad en el limbo, atrapada entre dos generaciones, reacia a avanzar y, mucho menos, a retroceder. Yo me encontraba allí sentado, observando la escena con los ojos de aquel lunático que quedó prendado de la Luna. Les observaba dar vueltas, caminar en círculos. Por entonces es lo único que hacíamos, ya que no quedaba otra opción. De esta manera, nos veíamos muy a menudo, por no decir a cada hora y minuto del día. No había forma de evitar un encuentro. Sí, por casualidad, lo conseguías, sólo tendrías que esperar a que la persona recorriese ese estrecho y marcado camino curvado, hasta que por una casualidad tan poco casual terminaba otra vez frente ti, presta a una dosis de sociedad bien estudiada. Las líneas curvas siempre han mantenido cierto recelo para mí, tan traicioneras y meticulosas. Una rect